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25.1.07

Cronicas ombligueras

Es una pena que el mundo no quepa en mi ombligo. ¡Es tan redondito y tan mono!... Allí todas mis deducciones son ciertas, todas mis opiniones sientan cátedra y todas mis fantasías se cumplen. En él yo decido las leyes de la etiqueta, la cortesía y hasta de la física, por eso allí todas las mujeres me aman y todos los hombres quieren ser como yo. Hay un muro de certidumbres conformistas que defiende ese lugar cálido y blandito de las agresiones del exterior.

Si, es una pena no ser el demiurgo creador de este Universo para poder hacer lo que me dé la gana, pero... ntch, vaya, aquí no vivo yo sólo ¿saben? Así que me veo obligado a respetar a mis compañeros de realidad y a comprender que las cosas, vistas desde la cabeza de otro, pueden tener un aspecto muy distinto. No tengo la vara para medir la existencia, una asco, una lástima, un dolor. Habrá que jugar en equipo e ir tirando.

Y sin embargo, hay cantidad de gente a la que le asusta mirar por encima de las murallas de su ombligo, al mundo feo y malo. Tenemos casos graves, como esos que ponen un gritón de quilos de dinamita en un aeropuerto para reivindicar una cierta libertad nacional y luego se sorprenden de que muera gente, aunque suela pasar cuando se ponen gritones de quilos de explosivos en lugares públicos.

El otro día, uno de los fundadores del Galpón de Breogán (un reciente blog de humor político que haríais bien en visitar), el señor Frouxeira, me hablaba de una señora del Ferrol (del Caudillo), llamada Cachita Suárez que sostenía que la Guerra Civil había sido una excelente oportunidad de viajar para los jóvenes de Galicia, porque podían dedicarse a seguir al ejército faccioso y visitar las ciudades que iban liberando de manos de los rojos. “Era la moda -decía-. Todos queríamos ir a ver qué habían destruído y que no”. Flagrante caso de ombligo descomunal.

Y no les digo ya, mis estimados compañeros de profesión, esos grandes superreporteros que consideran que su habilidad para entrecomillar las últimas declaraciones de Touriño puede cambiar el mundo y que SU tema del día sobre las fiestas de Ordes marca la diferencia en un periódico cuyos lectores no pasan del titular, cuya directiva sólo ve las noticias como cosas que se ponen alrededor de los anuncios y cuyos profesionales de la información (si, yo incluído) no les dan motivos a ninguno de los dos para cambiar de costumbres ¿Qué de que periódico hablo? De éste, de aquél, de todos. Kapuscinsky, un tío admirable que acertó al decir que "los cínicos no sirven para el periodismo" (por la parte que me toca), va y se muere, pero algunos es que ni una mala gripe, oyes.