Permitidme hoy, queridos lectores y no lectores, que retome uno de los temas recurrentes de este blog y os dé una vez más la tabarra hablando de cómics.
Veréis, llevaba tiempo sin engancharme de verdad a ninguna serie, más o menos, desde 20th century boys. Y por engancharme quiero decir andar yonqui perdido por saber qué pasar en el número siguiente... justo lo que me ha sucedido en menos de un mes con dos títulos distintos. Quien me lo iba a decir a mí, a mis años.
El primero de ellos es el Invencible, de Robert Kirkman, guionista al que ya tenía en buena estima por su trabajo en Los muertos vivientes. Invencible es una incursión en lo más clásico del género superheróico, muchacho adolescente que adquiere superpoderes y comienza a explorarlos mientras cambia su vida, una fórmula que se explota en serie desde los primeros números de Spider-Man, por eso me costó animarme a leerla, “buf, ya me sé esta historia de memoria”, me dije. Pero al final, hojeando un tomo en Zonulacatro (!¡tu frikitienda!), cedí a la compulsión consumista y me pedí los primeros números, los leí... y luego pedí todo lo publicado.
Invencible no reinventa nada, sino que coge los mejores elementos del género (aventura, doble identidad, amenazas mundiales, archienemigos...) y los mezcla con elementos sacados de las muchas deconstrucciones del superhéroe que hemos visto desde Watchmen (ambigüedad moral, enfoque 'realista', tragedia,...) El resultado es una extraña parodia que se toma en serio a si misma, un culebrón en toda regla con la justa combinación de humor, amor y giros argumentales.
Muy alejado del tono negro-negrísimo de Los muertos vivientes, Kirkman cuenta una historia amable, muy clásica, insisto, pero que al mismo tiempo se permite reírse de los tópicos del género (que tan bien conocen sus lectores potenciales). Por ejemplo, cuando el protagonista, Mark Grayson, visita su futura universidad con un amigo, un misterioso robot no-muerto ataca el campus. Mark desaparece un segundo, vuelve como su alter-ego, Invencible, para machacar al robot y, tras ganar la pelea, reaparece vestido de calle junto a su amigo William, diciendo algo así como “¿Ya se ha acabado? Fui a pedir ayuda..”. William no duda un momento en responderle “¡Tío, por qué no me dijiste que tenías superpoderes!”. Grande, Kirkman. A ver si alguien se decide a editar su Battle Pope.
En resumen, seguramente Invencible no entraría en la listas esas de “las novelasgráficas quemasmolan” que hace Pepo Pérez para la Rockdelux. Reconozco que no es una obra maestra, ni inventa nada nuevo, ni puta falta que hace. Porque estamos, amigos, ante un excelentísimo producto de artesanía, colorista, gracioso y adictivo como el sólo, lleno de personajes con los que es muy fácil empatizar, de dialogos ingeniosos y de situaciones resueltas con inteligencia. Ya quisieran los Heroes esos.
¿Y la segunda serie a la que me he enganchado? Ah, amigos lectores y no lectores. Como no quiero alargarme (más) quedará para el próximo post. Nuff Said.
Veréis, llevaba tiempo sin engancharme de verdad a ninguna serie, más o menos, desde 20th century boys. Y por engancharme quiero decir andar yonqui perdido por saber qué pasar en el número siguiente... justo lo que me ha sucedido en menos de un mes con dos títulos distintos. Quien me lo iba a decir a mí, a mis años.
El primero de ellos es el Invencible, de Robert Kirkman, guionista al que ya tenía en buena estima por su trabajo en Los muertos vivientes. Invencible es una incursión en lo más clásico del género superheróico, muchacho adolescente que adquiere superpoderes y comienza a explorarlos mientras cambia su vida, una fórmula que se explota en serie desde los primeros números de Spider-Man, por eso me costó animarme a leerla, “buf, ya me sé esta historia de memoria”, me dije. Pero al final, hojeando un tomo en Zonulacatro (!¡tu frikitienda!), cedí a la compulsión consumista y me pedí los primeros números, los leí... y luego pedí todo lo publicado.
Invencible no reinventa nada, sino que coge los mejores elementos del género (aventura, doble identidad, amenazas mundiales, archienemigos...) y los mezcla con elementos sacados de las muchas deconstrucciones del superhéroe que hemos visto desde Watchmen (ambigüedad moral, enfoque 'realista', tragedia,...) El resultado es una extraña parodia que se toma en serio a si misma, un culebrón en toda regla con la justa combinación de humor, amor y giros argumentales.
Muy alejado del tono negro-negrísimo de Los muertos vivientes, Kirkman cuenta una historia amable, muy clásica, insisto, pero que al mismo tiempo se permite reírse de los tópicos del género (que tan bien conocen sus lectores potenciales). Por ejemplo, cuando el protagonista, Mark Grayson, visita su futura universidad con un amigo, un misterioso robot no-muerto ataca el campus. Mark desaparece un segundo, vuelve como su alter-ego, Invencible, para machacar al robot y, tras ganar la pelea, reaparece vestido de calle junto a su amigo William, diciendo algo así como “¿Ya se ha acabado? Fui a pedir ayuda..”. William no duda un momento en responderle “¡Tío, por qué no me dijiste que tenías superpoderes!”. Grande, Kirkman. A ver si alguien se decide a editar su Battle Pope.
En el dibujo tenemos al irregular Cory Walker en los primeros números, cuya peculiar interpretación de la anatomía humana es un tanto inquietante, y al clasiquííííísimo Ryan Ottley, a partir del tomo 5 español de Aleta (no, no me sé la correspondencia americana, si os interesa, os lo miráis en la Wikipedia). Ninguno de ellos es como para entusiasmarse, aunque Ottley tiene sus momentos.
En resumen, seguramente Invencible no entraría en la listas esas de “las novelasgráficas quemasmolan” que hace Pepo Pérez para la Rockdelux. Reconozco que no es una obra maestra, ni inventa nada nuevo, ni puta falta que hace. Porque estamos, amigos, ante un excelentísimo producto de artesanía, colorista, gracioso y adictivo como el sólo, lleno de personajes con los que es muy fácil empatizar, de dialogos ingeniosos y de situaciones resueltas con inteligencia. Ya quisieran los Heroes esos.
¿Y la segunda serie a la que me he enganchado? Ah, amigos lectores y no lectores. Como no quiero alargarme (más) quedará para el próximo post. Nuff Said.