Leía ayer en el (In)Mundo, edición impresa, y de pago que "todos los medios de comunicación" (es decir, que unas cuantas asociaciones de medios) se han aliado para poner a caldo al Ministerio de Sanidad porque quiere venir a limitarles la publicidad de bebidas alcohólicas en su nueva Ley para la Prevención de la Priva en Exceso. Otros lo explican así.
En principio, el asunto no llama la atención. Enésima iniciativa tontaina del gobierno, porque la cultura del alcohol esta muy, pero que muy enraizada en nos, los ibéricos, y no se acaba con ella quitando los anuncios, igual que no se erradica el machismo por empeñarse en decir "compañeros y compañeras" en todos los mitines. Y los medios se cabrean porque les va al bolsillo, y bien duro, ya que las marcas de alcohol están entre las empresas que más gastan en publicidad, sobre todo en las revistas. Nada nuevo bajo el sol ¿no?
Pues si, el espectacular lema que "todos los medios de comunicación" han elegido para su campaña anti Elena Salgado: Con los jóvenes, con la libertad publicitaria. Fíjense, es hasta loable la intencion de los chicos de la prensa de impedir la identificación entre "joven" y "miserable borrachuzo", o lo sería no estuviese ahí sólo como subterfugio para reivindicar la libertad publicitaria. Curioso concepto, ¿non si? Resulta que radios, teles y diarios no ponen anuncios para ganar pasta sino para defender la "libertad publicitaria", que debe de ser algo así como el derecho de todo ser humano a anunciar sus productos.
Sabemos, ya desde hace un tiempo, que los derechos tienen familia. Están los de la primera generación, como el derecho a vida, a la libertad y a la propiedad, que vienen de la Revolución Francesa. Luego llegaron los de la segunda generación, un invento de los socialdemócratas, que son el derecho a la huelga, al trabajo, a la educación, la sanidad y, desde luego, a una vivienda digna (pfff...). Y, ya en el siglo pasado, los ecologistas y los nacionalistas inventaron la tercera generación de los derechos: derecho a la paz, a un medio ambiente en condiciones, a la autodeterminación... Los ciudadanos del primer mundo tenemos la suerte de contar hoy en día con una larga lista de ventajas, pero, que yo sepa, en ninguna de las tres generaciones se habla de la libertad publicitaria.
Por lo tanto, ahora, en el siglo XXI, los dueños de los medios de comunicación y otros especímenes similares parecen estar esforzándose en crear una cuarta generación de derechos, a los que podemos llamar Derechos del Capitalista o Derechos Invertidos. Además de la libertad de dar y recibir información publicitaria (pagando, claro), tenemos aquí muy cerca a Pescanova y a ENCE reclamando su derecho a producir puestos de trabajo (contaminando, claro). Un poco más lejos, a Jorgito Bush exigiendo su libertad de liberar países (aunque para eso haya que invadir) y sojuzgar, y a medio camino entre aquí y allí, a la Iglesia reclamando su derecho a salvar almas (y recibir subvenciones por ello).
Seguro que pronto veremos a los empresarios esgrimiendo su derecho a los beneficios para justificar los contratos basura. O a los ultraderechistas haciendo valer su derecho a desestresarse para que les dejen apalear inmigrantes tranquilamente. Se admiten apuestas.
En principio, el asunto no llama la atención. Enésima iniciativa tontaina del gobierno, porque la cultura del alcohol esta muy, pero que muy enraizada en nos, los ibéricos, y no se acaba con ella quitando los anuncios, igual que no se erradica el machismo por empeñarse en decir "compañeros y compañeras" en todos los mitines. Y los medios se cabrean porque les va al bolsillo, y bien duro, ya que las marcas de alcohol están entre las empresas que más gastan en publicidad, sobre todo en las revistas. Nada nuevo bajo el sol ¿no?
Pues si, el espectacular lema que "todos los medios de comunicación" han elegido para su campaña anti Elena Salgado: Con los jóvenes, con la libertad publicitaria. Fíjense, es hasta loable la intencion de los chicos de la prensa de impedir la identificación entre "joven" y "miserable borrachuzo", o lo sería no estuviese ahí sólo como subterfugio para reivindicar la libertad publicitaria. Curioso concepto, ¿non si? Resulta que radios, teles y diarios no ponen anuncios para ganar pasta sino para defender la "libertad publicitaria", que debe de ser algo así como el derecho de todo ser humano a anunciar sus productos.
Sabemos, ya desde hace un tiempo, que los derechos tienen familia. Están los de la primera generación, como el derecho a vida, a la libertad y a la propiedad, que vienen de la Revolución Francesa. Luego llegaron los de la segunda generación, un invento de los socialdemócratas, que son el derecho a la huelga, al trabajo, a la educación, la sanidad y, desde luego, a una vivienda digna (pfff...). Y, ya en el siglo pasado, los ecologistas y los nacionalistas inventaron la tercera generación de los derechos: derecho a la paz, a un medio ambiente en condiciones, a la autodeterminación... Los ciudadanos del primer mundo tenemos la suerte de contar hoy en día con una larga lista de ventajas, pero, que yo sepa, en ninguna de las tres generaciones se habla de la libertad publicitaria.
Por lo tanto, ahora, en el siglo XXI, los dueños de los medios de comunicación y otros especímenes similares parecen estar esforzándose en crear una cuarta generación de derechos, a los que podemos llamar Derechos del Capitalista o Derechos Invertidos. Además de la libertad de dar y recibir información publicitaria (pagando, claro), tenemos aquí muy cerca a Pescanova y a ENCE reclamando su derecho a producir puestos de trabajo (contaminando, claro). Un poco más lejos, a Jorgito Bush exigiendo su libertad de liberar países (aunque para eso haya que invadir) y sojuzgar, y a medio camino entre aquí y allí, a la Iglesia reclamando su derecho a salvar almas (y recibir subvenciones por ello).
Seguro que pronto veremos a los empresarios esgrimiendo su derecho a los beneficios para justificar los contratos basura. O a los ultraderechistas haciendo valer su derecho a desestresarse para que les dejen apalear inmigrantes tranquilamente. Se admiten apuestas.