9.10.06

Y, el último hombre

Corre el año 2002. No llueve ni nada, día bonito.... hasta que de repente todos los mamíferos con un cromosoma Y (machos, digo) comienzan a desangrase hasta morir. ¿Todos? ¡No! Yorick, un joven un tanto inútil, y su mono Ampersand sobreviven contra todo pronóstico. Teniendo en cuenta que los espermatozoides congelados en bancos también han pasado a mejor vida, el pobre Yorick resulta ser un recurso estratégico de importancia mundial. Éste es el punto de partida de Y, el último hombre, una serie con Brian Vaughan en la máquina de escribir y Pía Guerra en la mesa de dibujo (casi siempre), que demuestra como una recurrente fantasía masculina no tiene nada de bonito. Ser el último hombre sobre la faz de la Tierra es una auténtica mierda.

La mayoría de los policías, mecánicos, pilotos de avión, ingenieros, informáticos y asesinos en serie han muerto, el 49% de la población humana. El mundo se está yendo al carajo y las mujeres hacen lo que pueden para salvarlo, pero la conciencia de que van a ser la última generación de primates superiores no hace mucho por animarlas. El destino de la civilización descansa, pues, en Yorick, que no es ni muy guapo, ni muy fuerte, ni muy listo.

No sabe disparar, ni luchar, ni es un gran científico. Su especialidad es abrir cerraduras (como admirador de Houdini que es) y hacer chistes malos, pero de héroe no tiene nada. Por no tener, ni siquiera tenía trabajo antes del holocausto, por eso se ofreció voluntario para entrenar a un mono-ayudante para minusválidos, que no pierde la manía de arrojarle excrementos a la gente.Y ahora, el pobre chico tiene que cruzar los EEUU, acompañado de la agente 355, una superespía-maquina de matar, y la doctora Alison Mann, una de las pocas expertas en genética que quedan con vida, para averiguar por qué demonios no está muerto, como todos los demás.


Mientras tanto, las supervivientes intentan reabrir las rutas de comercio y cubrir las necesidades básicas de agua, luz y comida... y narcotráfico, que es una de las primeras cosas en echar a andar. Surgen movimientos de amazonas modernas, que creen que la plaga ha sido una señal del fin de la supremacía masculina, aparecen ‘prostitutos’ chutados de testosterona y con barbas postizas, que se ganan la vida como pueden, por el medio pasan el ejército israelí (uno de los pocos que admitían mujeres), un grupo de chaladas de la NRA que se piensan que la culpa de todo la tiene el gobierno liberal de Whashington, actrices ambulantes y una comunidad de presas femeninas, que han conseguido levantar una sociedad floreciente, acostumbradas como estaban a repartirse el trabajo.

Entre tanto lío, Yorick intenta mantener la cordura y serle fiel a su prometida, que estaba en Australia con una beca de Antropología cuando llegó la plaga emasculadora, pero sólo tiene un éxito moderado en ambas cosas.

Esta es la serie de Vértigo-DC que dio a conocer a uno de los guionistas anglófonos más reconocidos de esta década, Brian K. Vaughan, muy alabado por sus Runaways (en Marvel) y su reciente Ex Machina (en Wildstorm-DC). Una idea original, contada con estilo realista y a través de unos diálogos bien hilados y unos personajes creíbles (casi todos), con tramas que se entrelazan en un viaje en el que vemos cambiar a los protagonistas y al mundo entero. El dibujo de Pía Guerra está bien, es bonito y su narrativa se entiende, pero palidece al lado de los guiones, que son lo que hace destacar a esta serie. Recomendable, muy recomendable.


Y, por cierto, ya que hablo de tebeos ¿sabías que Francisco Ibáñez es un malvado ateo sedicioso y merece la muerte? ... Cosas veredes...

2 comentarios:

A.F.Torreiro dijo...

Joder... Qué fuerte lo de ese foro... Ya lo había leído en la cárcel de papel, pero no me atreví a entrar en el susodicho foro de tolerancia, no desde aquella incursión de Zenón y mía en el foro del "Partido"

Francamente... Miedo dan algunos colectivos... mucho miedito

Anónimo dijo...

¡Diantre! No sé que está haciendo herr Ratzinger que no incluye a "Mortadelo y Filemón" en el "Índice" del Santo Oficio ("Índice" en el que, por cierto, han debido de figurar buena parte de las mejores obras jamás escritas; "Mortadelo" no desentonaría).