Las pocas ganas que tenía de argumentar sobre periódicos daneses de ultraderecha me las quitó la portada de El Jueves de hace dos semanas. Ese "Íbamos a dibujar a Mahoma... ¡pero nos hemos cagao!", de Albert Monteys, me pareció una ironía genial, directa al corazón del asunto. Deja claro que la reacción desproporcionada a una ofensa amenaza la libertad de expresión y lo hace sin insultar más de la cuenta, poniendo el punto de mira en los integristas descerebrados y en los políticos que se bajan los pantalones ante ellos.
Creo que no podía hacerse mejor, y hasta el ínclito Álvaro Pons estaba de acuerdo, así que ¿para que iba yo a insitir sobre el tema? Sin embargo, parece que la puñalada intercostal que El Jueves lanzó contra las concesiones al integrismo no les gustó a muchos de sus lectores habituales. El número siguiente tuvo una portada mucho más directa y apareció llenito de cartas de protesta len las que les llamaban blandos y vendidos. "Era mejor cagarse en los muertos de Mahoma", decían.
¿Si? ¿Era mejor? ¿Tendrían que haber dejado a Pedro Vera dibujar a Mahoma chupándosela a Ortega mientras Pacheco le daba por el culo? ¿En serio? A priori, no tengo nada contra el humor de sal gorda (sí, me hacen gracia los Tonechos, ¿algún problema?), pero una cosa es hacer chistes sobre Diego Tristán en la discoteca y otra reírse de unos señores que queman embajadas. Una broma soez es una ofensa directa y una excusa para quemar más cosas, mientras que, una buena ironía pone de manifiesto su estupidez y los deja sin argumentos.
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