18.1.06

Cuentos de una Guerra

Hace unos cuantos días, un amigo que está investigando sobre su vocación literaria, me envió un cuento breve basado en la historia de su abuelo, que durante la Guerra Civil fue enrolado por los golpistas y acabó con los republicanos, no por convicción, sino porque lo capturaron cuando se negó a abandonar a un compañero herido.

La historia es buena, pero no única. La Guerra Civil no está tan lejos como quieren hacernos creer y todas las familias tienen aún en su memoria colectiva algún episodio relacionado con ella. Por hablar de la Guerra del 36 puedo pasar por un revanchista, un intolerante, un nostálgico, un marxista ortodoxo, un enemigo de la normalidad democrática o por todo a la vez. Vale, me quedo con las etiquetas, pero yo también quería contar la historia de mi abuelo, sólo por el placer del recuerdo y el relato.

Este hombre... llamémosle Elduende, porque mi nombre real también coincide con el suyo... Este Elduende, pues, era un Guardia Civil manchego de unos veintitantos que se había pateado media España, de casa-cuartel en casa-cuartel, hasta acabar en la villa coruñesa de Mugardos.

Allí estaba, con su mujer, un 18 de julio de 1936. Aunque la Benemérita permaneció fiel a la República en muchas zonas, la rapidez con la que triunfó el golpe en Galicia no les dejó muchas opciones a los guardias civiles destinados aquí. Eran gente entrenada con las armas, y por lo tanto, valiosa.

Tras muchas patrullas de montes, fusilamientos, detenciones de rojos y otros actos reprobables de los que nunca quiso hablar, este Elduende se encontró en 1938 defendiendo Huesca, un bastión de los golpistas en plena zona republicana. En ese frente, ese mismo año y llevando el gorro rojinegro del POUM estuvo George Orwell...

Las milicias hicieron numerosos intentos de tomar la ciudad, pero nunca lo consiguieron. Pero aún así, este Elduende resultó herido durante una escaramuza. Una bala le atravesó una rodilla, y seguiría doliéndole toda la vida cuando llovía. A los pocos días de este suceso, los milicianos lanzaron un asalto sobre Huesca más exitoso que la media. La ciudad no cayó, pero varias unidades facciosas fueron masacradas, entre ellas, la de mi abuelo. No quedó nadie para contar la historia, salvo él, que estaba en la retaguardia rodeado de monjas enfermeras.

Un capricho de la suerte, una historia curiosa sin moraleja, como todos los relatos de la vida real ¿por qué olvidarla?

1 comentario:

O Nadador dijo...

Para esconder unha verdade: a nosa vida xa foi vivida por alguén noutro tempo e noutra circunstancia. Para actuar inconscientemente movido por intereses egoístas sen pensar nos precedentes e nas consecuencias. Por iso.