19.1.06

La semilla derramada

Entre los ateos, agnósticos, antirreligiosos, impíos, blasfemos y descreídos en general, las parábolas y la mitología cristiana no funcionan como San Pablo y Moisés hubieran querido. Lo que se ha dado en llamar Historia Sagrada nos resulta un tanto ajena y tenemos la tendencia a idenficarnos con los que en teoría son los malos. Personajes como Lucifer (Luzbel para los amigos), el ángel que se negó a humillarse ante Dios, Caín, el inventor del armamento de mano, o Eva, la que dotó a la humanidad del Conocimiento, son admirados y reivindicados como mitos dignos por la cultura laíca occidental.

Desde esta esquina de internet, famosa por su labor para alejar a la juventud del vicio, la estulticia y la comida precocinada, queremos honrar también a un héroe mitológico que ha sido injustamente ignorado hasta ahora. Estamos hablando de Onán, el eterno incomprendido.

El pobre Onán ha llegado hasta nosotros gracia a la etimología, enterrado en la palabra onanismo... sí, sí, no pongáis esa cara que todos sabemos lo que significa. No obstante, no hay ningún testimonio de que este oscuro personaje bíblico tuviese la costumbre de matarse a pajas como un chimpancé enjaulado. Practicaría el auto-amor de cuando en cuando, como todo el mundo, pero no fue por eso que lo sacaron en el Libro.

Onán era el hermano pequeño de Er, un tipo que murió de forma absurda y dejó una viuda. Según la ley judía, Onán tuvo que casarse con la que hasta entonces era su cuñada, la desconsolada Tamar. Esponsales, comilona y noche de alcoba.

Hasta aquí todo normal, pero resulta que el bueno de Onán, mientras estaba metido en faena, tuvo la siguiente idea: "Mmmm, todo esto está muy bien, pero si preño ahora a Tamar, van a pesar que es un hijo póstumo del capullo de mi hermano y voy a tener unos problemas de la hostia con la herencia, así que mejor me bajo en marcha". Y de esta forma tan tonta, Onán inventó el coitus interruptus.

Sin embargo, al Dios del Pentateuco, que era como una cajera del Día pero todopoderoso, le pareció mal la idea y le provocó una muerte espantosa a nuestro amante innovador, por atreverse a derramar su semilla y pervertir el fin último de la cópula judeocristiana: la procreación.

Esta es pues, la verdadera historia de Onán, que no fue un gran masturbador, sinó un martir del sexo por placer y el padre de los anticonceptivos. Reivindiquemos su memoria.

¡Rehabilitación ya!

3 comentarios:

Luzbel dijo...

Lucifer, el mejor
Onán, no conocía esa historia...
Está buena, aunque no merecía la muerte, puesto que el pecado de ese tipo ya existía.

- Luzbel -

elduende dijo...

Mmmm... Lo último que me esperaba yo es una visita del Portador de la Luz. ¿Qué tal el mercado de las almas, oh Príncipe?

No, en serio, la historia de Onán es la que utilizan judíos y cristianos para promover el sexo orientado a la reproducción: Si te bajas en marcha, Dios te fulmina en el sitio, chavalote.
Supongo que sí, que el coitus interruptus es tan viejo como el mismo sexo, pero Onán puede ser considerado su creador en un sentido mitológico. Y no, la muerte no se la merecía, hombre, anda que si hubiese que ir matando a todos los que derraman su semilla no iba a quedar despoblado el mundo ni nada.

Anónimo dijo...

Así es, en eso tienes razón...
Un mundo desierto.
Hasta luego...

- Luzbel -