La tercera ley de Newton nos dice que si ejercemos una fuerza sobre algo, recibiremos otra fuerza de igual magnitud, pero de sentido contrario. Se le llama también principio de accion-reacción y, además de ser imprescindible para los ingenieros aeronáuticos, se cumple en la vida en general.
Nuestras acciones sobre el mundo siempre reciben reacciones iguales y opuestas. Por ejemplo, si le das un tórrido beso alguien, o bien te lo devuelve, o bien te calza una hostia, pero mirando no se va a quedar. De igual forma, si tomas la decisión de trastear de acá para allá un petrolero con una vía de agua, este se hunde. O si decides enviar a tus tropas a Afganistán, para que violen y saqueen (alias, misión de paz), suerte va a hacer falta para que los belicosos nativos no maten a alguno.
Si analizamos nuestros actos, hay una razonable probabilidad de anticipar qué consecuencias tendrán. No obstante, como imperfectos homos habilis que somos, muchas veces nos olvidamos de Newton y nos sorprendemos de cosas que eran previsibles. Alguien te calza una hostia y tú dices "¡Diox mío! ¿Por qué le habré metido la lengua hasta la campanilla cuando lleva toda la noche rehuyéndome?" O llega una marea negra a Portonovo, Laxe, Viveiro, Fisterra y a todas partes en general y decimos "¡Por el incorrupto clítoris de la Virgen del Carnero! ¿Por qué no tendremos lanchas para frenar esta mierda ni palas para limpiarla, si ya es la séptima vez que nos pasa?"
Un caso más reciente. El río Umia se convierte en una cloaca capaz de producir peces mutantes y alguien se interroga "¿Pero quién ha puesto aquí una industria química? ¡Nunca Máis!" El cabreo está justificado en este caso, pero, la mierda nunca hubiera llegado al río si alguien se hubiera preocupado del principio acción-reacción. Si permito que una empresa que trabaja con componentes tóxicos se instale junto a un río que abastece de agua a varios pueblos cercanos, y además, paso olímpicamente de hacerles inspecciones, podemos predecir que va a petar cualquier día de estos. Vale, no es una conclusión segura, pero el riesgo de envenenar Caldas, Vilagarcía, Cambados y alrededores debería bastar para pensárse dos veces la ubicación de la fábrica de las narices.
Evidentemente, es más fácil llorar la desgracia que predecirla. También es más fácil estropear un coche que arreglarlo, por eso hay gente que se gana la vida en los talleres mecánicos. Dirijamos pues la mirada a esa gente tan lista que nos gobierna y preguntémonos si, con catástrofes de por medio, pueden hacer algo más que llevarse las manos a la cabeza y repartir subvenciones a los afectados.
Nuestras acciones sobre el mundo siempre reciben reacciones iguales y opuestas. Por ejemplo, si le das un tórrido beso alguien, o bien te lo devuelve, o bien te calza una hostia, pero mirando no se va a quedar. De igual forma, si tomas la decisión de trastear de acá para allá un petrolero con una vía de agua, este se hunde. O si decides enviar a tus tropas a Afganistán, para que violen y saqueen (alias, misión de paz), suerte va a hacer falta para que los belicosos nativos no maten a alguno.
3 comentarios:
Racionalismo y previsión? Nefasta blasfemia!! Eso es injerencia improcedente en los designios de su carnosa Santidad pastafari!
Y todo ello sin contradecir a su newtoniano esbirro, puesto que si un excelentísimo caballero de la Orden del Grelo decide embolsarse una millonada por tolerar una fábrica de condones radioactivos en su terruño antes de que acabe su legislatura, es por simple reacción a un estímulo de sus pulsiones econonanísticas.
Nada, nada, Paulo Coelho diría que es la ley del karma: tus acciones terminan por alcanzarte, aunque sea en la próxima reencarnación. Por tanto, espero que, como castigo a sus bodrios, el ex - hippie brasileño de marras vuelva a nacer en el cuerpo de alguna criatura abyecta, como un piojo o un concursante de un "reality show".
Volviendo a la realidad, recordemos lo que sucedió hace casi diez años con aquella balsa de porquerías que la empresa minera sueca Boliden costruyó junto a las marismas de Doñana. No sé que resulta más criminal, si hacerlo o permitirlo. Claro que todo sea por el desarrollo... ¡de cánceres en los animales (humanos incluidos) de los alrededores!
Como diría Apu Nahasapeemapetilon: "El hombre sabio no prueba la profundidad del río con ambos pies".
Digamos que en este país está de moda desde siempre comprobarla tirándose en plancha o, lo que es lo mismo: "Aquí nunca pasa nada... hasta que pasa"
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