21.3.06

Cuestión de perspectiva

Este fin de semana tengo una actividad cultural entre manos. He de juntarme con unos amigos para construír todos juntos una historia entretenida con nuestra voz y nuestras expresiones. Solemos hacerlo cada 15 días. El trato es que yo les dé un escenario, mediante descripciones y metáforas, en el que ellos puedan desarrollar unas personalidades ficticias. Yo tengo que crear intriga, degradación moral, dilemas y enemigos moviéndose a la sombra y a la luz. Ellos tienen que reaccionar de modo astuto, valiente, traicionero o surrealista, según el caso. Comunmente, eso se llama jugar al rol.

Mañana tengo que reunirme con un señor al que no he visto en mi vida. Me encerraré con él en una habitación y, mientras un tercer ser humano manipula una compleja maquinaria destinada a capturar la luz, intentaré que me revele unos datos complejísimos sobre cómo un país cambiará su relación jurídica con el estado en el que se integra. Mi obligación es aprehender todas sus palabras y adaptar mi interrogatorio a las revelaciones que él vaya haciendo, para exprimir hasta la última gota de información de su cerebro. Y, a ser posible, tengo que parecer simpático mientras lo hago. Según mi jefa, lo que haré es entrevistar a Francisco Cerviño.

A veces, al mediodía, tengo que luchar con vertebrados muertos y fundas para archivos de información genética que nacen de los tejidos de un vegetal. Solo cuento con mi valor y un pequeño cuchillo para destriparlos, despellejarlos y trocearlos hasta que se adapten a mi voluntad. Después, con sus fluídos aún manchando mi ropa protectora, los paso por las llamas y los someto a procesos de dilatación, evaporación y absorción, hasta que cambien completamente. Y todo esto es para a gradar a mis papilas gustativas y a mis jugos gástricos. Cocinar, dicen algunos.

En mi vida diaria es habitual hasta el absurdo que tenga que atravesar una tierra de nadie yerma y gris, que se entiende entre dos zonas de paso seguro. Por esa franja de terreno desfilan de forma aperiódica unos artefactos rugientes que matan a miles de personas cada año, sin piedad ni intención propia. Para salvarme de ser arrollado por una de estas bestias, debo guiarme por unos códigos arcanos de formas y colores que sólo los iniciados saben descifrar, pero cualquier despiste podría costarme la vida. Es lo que tiene la aventura de cruzar la calle.

1 comentario:

A.F.Torreiro dijo...

No te olvides de que, además, cada miércoles eres una de las víctimas del juego en vez del creador de mundos... Cada miércoles intentas desentrañar mi (o su) cerebro para no caer en las trampas que os (nos) preparo (prepara)...

Vivir es jugar al rol, pero jugar al rol no es vivir, es una de las cuasi infinitas actividades lúdicas que el mosaico de la creatividad humana ha perjeñado para nuestro ocio.

Cuna da asesinos dirán unos, desarrollo del ego y de la personalidad dirán (muchos) psicólogos...

De todas formas considero mucho menos peligroso el rol que la vida. Las pifias son menos peligrosas.

Y recordemos que 2d10=1d100

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