19.3.06

Duendes de ayer y hoy

No sé cuando empecé a darme cuenta. Tal vez fue la primera vez que declare mis ganancias al fisco, al ver que estaba aprendiendo a cocinar o cuando Avril Lavigne hizo una versión de Basket Case. Quizás en otro momento, pero el caso es que me he hecho mayor y no ha sido nada traumático.

Pienso que mi personalidad infantil, la primera que tuve, murió allá por mis 16 añitos, que fue cuando me volví un tipo amargado, cínico y agresivo. Durante buena parte de mi vida reciente, he considerado que ese chico que acababa de aprender a no recibir collejas y yo éramos la misma persona. A pesar del giro radical que supusieron mis años universitarios, al salir de casa de los viejos, hacer amigos nuevos, descubrir el gin-tonic, perder la virginidad y todo eso, nunca llegué a creer que mi personalidad hubiese cambiado mucho.

Sin embargo, ahora, desde el aburrido y rutinario mundo laboral, sé que es muy probable que ese chico se asustase al ver en lo que se ha convertido. Seguro que no le gustaría nada que me calle cuando no estoy de acuerdo con algo, que escriba en gallego según la normativa, que haya aumentado mi tolerancia a la cerveza o que ya no considere que el nacionalismo es la mayor degeneración de los movimientos de izquierdas.

Sé que aquel mozo era mucho más intolerante de lo que soy yo, pero también era más brillante y más disciplinado, probablemente porque sus circunstancias personales eran horrorosas y tenía que agarrarse a lo que pudiera... Me cuesta creer que haya podido dejarlo atrás, al pobre, aunque haya sido a costa de que la barba me crezca más deprisa y me falte menos para morime.

Lo que más me extraña, es que en el fondo no he cambiado tanto. Sigo leyendo cómics, sigo jugando al rol dentro y fuera del ordenador, sigo escribiendo parvadas de cuando en cuando y sigo ligando poquísimo. ¿Donde está el cambio? En que ahora mis fantasmas son otros. Ya no me preocupa detestar o no a mi padre, pero ahora tengo que hacerles regates a mis tics de auto-odio.

¿Algo más? No, en realidad uno no se hace mejor, sólo más viejo.

9 comentarios:

A.F.Torreiro dijo...

Lo primero que quise fue marcharme bien lejos;
en el álbum de cromos de la resignación
pegábamos los niños que odiaban los espejos
guantes de Rita Hayworth, calles de Nueva York.

Apenas vi que un ojo me guiñaba la vida
le pedí que a su antojo dispusiera de mí,
ella me dio las llaves de la ciudad prohibida
yo, todo lo que tengo, que es nada, se lo di.

Así crecí volando y volé tan deprisa
que hasta mi propia sombra de vista me perdió,
para borrar mis huellas destrocé mi camisa,
confundí con estrellas las luces de neón.

Hice trampas al póker, defraudé a mis amigos,
sobre el banco de un parque dormí como un lirón;
por decir lo que pienso sin pensar lo que digo
más de un beso me dieron (y más de un bofetón).

Lo que sé del olvido lo aprendí de la luna,
lo que sé del pecado lo tuve que buscar
como un ladrón debajo de la falda de alguna
de cuyo nombre ahora no me quiero acordar.

Así que, de momento, nada de adiós muchachos,
me duermo en los entierros de mi generación;
cada noche me invento, todavía me emborracho;
tan joven y tan viejo, like a Rolling Stone.


Era de recibo

elduende dijo...

Parece que te he tocado un tema sensible, zonu... No sabía que eras poeta.

En cualquier caso, te envidio la seguridad, pero ten en cuenta que siempre se cambia. Lo único que nos queda es intentar no traicionarnos.

Anónimo dijo...

Os axustes de contas co pasado están ben cando non son destructivos, sobre todo cando sabemos que ese pasado foi presente hai... dez anos, e somos quen de lembrarnos con certo detalle dos pensamentos daqueles tempos.

Está ben rexistrar o paso do tempo... Tamén hai que saber facelo: Felicítote por non escribir unha carta aos 15 para ler aos 30. Intúo que semellante exercicio só podería traer decepción e crises de identidade. (...) ¿Non o farías, verdade?

elduende dijo...

¿Una carta de los 15 para los 30? Es una idea totalmente retorcida, pero no, no se me ocurrió nunca... ni falta que hace. Tengo cantidad de textos escritos de aquella época que me permiten recordar (o no me dejan olvidar) quién era yo entonces.

Elric, buena elección. Gran cómic y gran historia.

A.F.Torreiro dijo...

Más quisiera yo que ser poeta. Es una letra del maestro Sabina que, nos guste o no, alguna vez todos nos hemos sentido identificados con más de una de ellas...

Anónimo dijo...

Na cultura ianque as cartas dos 15 anos para ler aos 30 son un lugar común dos adolescentes mimados. A idea non é, en absoluto, miña (válghame dior!!!). Saqueina dun capítulo de "Doutor en Alaska". O personaxe que escribía tan terríbel documento era Maggie O'Connell (a piloto de avións e caseira do Doutor Fleischmann)

Anónimo dijo...

Chicos, como cualificado experto en ombligos os aseguro que no vale la pena mirárselo tanto. A los yanquis, entre la Biblia y Freud se les ha terminado por secar el cerebro... con los cómics tan buenos que tienen, ¡vaya pérdida de tiempo!

elduende dijo...

¿Que no me mire el ombligo? Demasiado tarde, ya tengo un blog.

Anónimo dijo...

No, hombre, me refiero a la gente que escribe cartas a su "yo" futuro. Servidor no sabría qué decirse, salvo "jódete, tú ya eres viejo y yo aún soy joven". Por ejemplo.