24.11.05

La saga-río: Terry y los piratas

Hace unos días comentaba que la saga-rio es un género de gran calado en el mundo del cómic. ¿Por qué? Simplificando, por dos razones. Primero, porque las exigencias de la industria tienden a obligar a los autores a hacer series de mucha longitud, tanto en años como en páginas, y es normal que el constante desarrollo de los personajes secundarios y de los ambientes evolucione hacia una saga-río. Segundo, por Milton Caniff.

El señor Milton Caniff, de Ohio, (1907-1988) fue uno de los hombres más influyentes en la corta historia del cómic, desde que en 1934 vió la luz en los períodicos yanquis su obra más famosa: Terry y los piratas. Por aquellos años prehistóricos, el cómic estaba íntimamente ligado a la presnsa escrita y todo diario que se preciase tenía un par de series exclusivas en forma de tiras diarias, así como un cuadernillo dominical a color llenito de historietas, que atraían a tantos compradores como las páginas de deportes. Era la llamada Golden Age del cómic estadounidense, en la que nacieron personajes como el Flash Gordon de Alex Raymond, el Príncipe Valiente de Harold Foster, el Hombre Enmascarado de Lee Falk o el Spirit de Will Eisner, todos ellos dentro de un periódico.

En esa lista de gigantes de las viñetas tiene un sitio propio Milton Caniff, uno de los primeros dibujantes que adaptó al cómic las técnicas del lenguaje cinematográfico (aunque suene raro, antes nadie usaba primeros planos ni planos medios) y uno de los primeros guionistas, si no el primero, en atreverse con la saga-río en lugar de decantarse por las aventuras sin ninguna conexión entre ellas, como era habitual. Todos esos logros nacieron y se perfeccionaron en Terry y los piratas.
Esta serie lleva el nombre del joven Terry Lee, un americano que viaja a China junto a su tutor, el irlandés Pat Ryan, para tomar posesión de una mina de oro que su abuelo le ha dejado en herencia. La mina la encuentra, sí, pero llenita de bandidos, por lo que acaba teniendo que volarla con dinamita y se queda sin un duro para volver a los EEUU, pero con un intérprete chino, el bueno de Connie, para hacerle compañía. ¿Y los piratas? Bueno, aparecen de vez en cuando, como los bandidos, y los empresarios coloniales, junto a aldeanos, jugadores, espías, aldeanos, soldados británicos y mujeres fatales (el propio Caniff reconoció que el título sólo buscaba ser atractivo y tenía poco que ver con la serie).


Las aventuras se sucecen una tras otra con una perfecta lógica y se van cruzando en el camino de los tres protagonistas, Terry, Pat y Connie, que son zarandeados por toda la faz de Asia. Podemos verlos en Borneo, luchando contra una plaga de malaria en un campamento minero británico, o en Mongolia, como rehenes de un señor de la guerra, o en Shangai, injustamente encarcelados por los tejemanejes de un empresario yanqui corrupto. En medio de tanta peripecia, van conociendo a una deliciosa galería de personajes secundarios, bien definidos y con sus propias motivaciones. Al contrario de lo que es habitual en la época, Caniff narra unas historias casi creíbles, sin componente racista y bastante respetuosoas con las culturas asíaticas. Su dibujo es simple, directo, y tremendamente narrativo, aunque un poco torpón en ocasiones, cosa que se le perdona por su espectacular manejo de las manchas de negro.

Milton Caniff fue un pionero y sin su trabajo, el cómic de hoy en día sería distinto. Su estilo ha influenciado a gente tan dispar como Will Eisner, Hugo Pratt, Frank Miller, Jack Kirby, Mark Sultz y un etcétera que no cabe en la pantalla. Desde luego, una lectura recomendable.

No hay comentarios: