Todos a la huelga

Tiempo ha que no veíamos una huelga como la de los transportistas (véase aquí o aquí). Grande, masiva, de las que joden y hacen que los articulistas de prensa empiecen a preguntarse qué derecho tienen esos peludos camioneros a trastocar las vidas del resto de la sociedad “¿Cómo pueden, esos egoistas, dejarnos sin el cruasán del desayuno, que tiene que venir de Francia?” No me extrañaría que ya hubiéseis leído algo como esto...

Divertido... Imáginaos que La Vox de Gallaecia publicase un artículo titulado “¿Para qué necesitamos la Bolsa?”, reflexionando sobre el daño que hacen a la sociedad los que se dedican a forrarse a base de hundir los precios del algodón de Costa de Marfil (con las consiguientes hambrunas y migraciones masivas a Canarias) y promoviendo el fin de la economía especulativa. El linchamiento mediático sería fulminante.

Lógico ¿no? El derecho a la propiedad y la libertad de mercado son dos pilares básicos de las democracias occidentales, a los que no se les puede toser. Po fale, pero ¿entonces por qué sí se puede atacar impunemente el derecho a la huelga, que está recogido hasta en la Constitución Europea (que progresista no es, precisamente)?

Señores míos, las huelgas molestan: de eso se trata, ahí radica su eficacia. Una huelga sirve para presionar y conseguir que las demandas de los trabajadores sean tenidas en consideración. Es casi la única forma que tiene un currante de joder a su patrón (o empleador, en el caso de los autónomos) y sus detractores parecen olvidar que para el currante también es costosa, porque si no trabaja, no cobra.

En este caso, la mayoría de los camioneros son autónomos y pierden mucha pasta al dejar de currar, sin embargo, casi el 100% del sector se ha sumado a la huelga, señal de que están con el agua al cuello. Sus demandas son razonables, básicamente, que sus clientes compartan con ellos los gastos de la subida de la gasolina y que el Estado les reduzca los impuestos. Los servicios mínimos ya se han pactado para joder sólo lo imprescindible a las terceras partes, como ganaderos y lecheros, y para garantizar los suministros de medicamentos y comida. ¿Dónde está el problema?

Rajar de las huelgas está muy bien, sin embargo la gente que lo hace se olvida de que antes los trabajadores protestaban menos, pero cuando lo hacían era en plan Irmandiños, asaltando el castillo, degollando al patrón y violando por turnos a su mujer e hijas. Afortunadamente esas cosas pasaron de moda junto con el derecho de pernada, pero parece que todavía hay quien las echa de menos.